¡Invirtamos en Igualdad!
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, adoptada por la Asamblea general de la ONU en 1993, mostraba el reconocimiento y la comprensión internacional hacia ella, denunciando que era una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación.
Catorce años después, en 2007, la violencia hacia la mujer adopta formas diversas y perversas, violaciones, prostitución, precariedad laboral, asesinatos por razones de honor, por la dote o mutilación genital, y está íntimamente vinculada a la desigualdad entre hombres y mujeres en los ámbitos social, económico, religioso, político y cultural.
Es un problema global y profundamente enraizado en todas las sociedades, y las medidas que se están tomando si bien contribuyen a visibilizar el problema y paliar situaciones, están lejos de conducir a la igualdad, única solución a la violencia de género.
Donde hay que incidir a fondo es en el sistema educativo, desde un enfoque laico; en los medios de comunicación, en las empresas y en las políticas de inmigración, para crear una sociedad de iguales en la que el cese de la violencia no sea una utopía. En nuestro Estado, el abordaje realizado mediante la Ley de Igualdad ha sido parcial, y además no ha contado con las inversiones presupuestarias y humanas que se necesitan. Desde el Gobierno del PSOE, que pone parches pero no profundiza.
Tenemos que convencer a la sociedad de que esta lucha por la igualdad y en contra de la violencia es imprescindible, aliarnos con las organizaciones de mujeres en el ámbito nacional e internacional, coordinarnos y actuar para eliminar la violencia de nuestras vidas. Romper los estereotipos sexistas, que propician la violencia de género; implantar la coeducación en nuestro sistema educativo; erradicar la prostitución que afecta a las más débiles, las inmigrantes; revisar las Leyes de Violencia y de Igualdad: en definitiva, dotarnos de políticas permanentes, presupuestadas y concretas dirigidas al logro de la igualdad, formando personas que las desarrollen. Éstos podrían ser elementos que condujeran a un avance real.
La violencia hacia las mujeres no constituye sólo un conjunto de sucesos esporádicos, ni limitados a la relación de pareja. Se trata de un problema con entidad política, fruto de una ideología patriarcal que vulnera los derechos humanos de las mujeres, obviando nuestra condición de personas, que limita nuestra autonomía y que en algunos casos acaba con nuestras vidas. En pleno siglo XXI no se puede seguir mirando hacia otro lado.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, adoptada por la Asamblea general de la ONU en 1993, mostraba el reconocimiento y la comprensión internacional hacia ella, denunciando que era una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación.
Catorce años después, en 2007, la violencia hacia la mujer adopta formas diversas y perversas, violaciones, prostitución, precariedad laboral, asesinatos por razones de honor, por la dote o mutilación genital, y está íntimamente vinculada a la desigualdad entre hombres y mujeres en los ámbitos social, económico, religioso, político y cultural.
Es un problema global y profundamente enraizado en todas las sociedades, y las medidas que se están tomando si bien contribuyen a visibilizar el problema y paliar situaciones, están lejos de conducir a la igualdad, única solución a la violencia de género.
Donde hay que incidir a fondo es en el sistema educativo, desde un enfoque laico; en los medios de comunicación, en las empresas y en las políticas de inmigración, para crear una sociedad de iguales en la que el cese de la violencia no sea una utopía. En nuestro Estado, el abordaje realizado mediante la Ley de Igualdad ha sido parcial, y además no ha contado con las inversiones presupuestarias y humanas que se necesitan. Desde el Gobierno del PSOE, que pone parches pero no profundiza.
Tenemos que convencer a la sociedad de que esta lucha por la igualdad y en contra de la violencia es imprescindible, aliarnos con las organizaciones de mujeres en el ámbito nacional e internacional, coordinarnos y actuar para eliminar la violencia de nuestras vidas. Romper los estereotipos sexistas, que propician la violencia de género; implantar la coeducación en nuestro sistema educativo; erradicar la prostitución que afecta a las más débiles, las inmigrantes; revisar las Leyes de Violencia y de Igualdad: en definitiva, dotarnos de políticas permanentes, presupuestadas y concretas dirigidas al logro de la igualdad, formando personas que las desarrollen. Éstos podrían ser elementos que condujeran a un avance real.
La violencia hacia las mujeres no constituye sólo un conjunto de sucesos esporádicos, ni limitados a la relación de pareja. Se trata de un problema con entidad política, fruto de una ideología patriarcal que vulnera los derechos humanos de las mujeres, obviando nuestra condición de personas, que limita nuestra autonomía y que en algunos casos acaba con nuestras vidas. En pleno siglo XXI no se puede seguir mirando hacia otro lado.